Ñoras pusimos
en nuestro
aniversario, en la comida
que un viejo amor
guisó con fantasías
del hombre y la
mujer.
Cambiaron los
balcones y las calles,
vivimos dos ciudades
como quien vive un
cuento.
Vestidos o desnudos
pensamos la ternura
para una vida breve.
Si miro a los amigos
que marcharon
dejándome su hueco
me grita su silencio.
Y, sin embargo,
aprendo que este
tiempo
es el mío, contigo
aún en la ternura
precaria que
pensamos.
No sé si tras las
sábanas
se esconden dos
fantasmas y un poeta.
Pero sí sé, -es corta
la memoria-
que la ternura es
manos que guisan su alimento
y labios que hoy se
rozan
con la clara
conciencia de su fragilidad.
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