Se escapó de mis manos la luz
que contigo soñaba mañanas
y
llegó la rutina de muerte
que
convierte en contrato la vida.
No
me espera la noche. Me abraza
con
su ritmo de oscuros silencios,
con
la piel del desierto en los labios
y su
firma ilegible y sin fecha.
Los
cristales blindados protegen
de
los golpes de afuera. No atajan
apagones
de dentro y la luz
que
se escapa hacia lunas de arena.
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