Siento
tu respirar hondo en mi espalda,
como
a otra estancia llamas suavemente.
Pulsaciones
ventrales de tu ritmo
estremecen
mi piel bajo tu aliento.
La
copa del descuido no manchó
la
villa de las sábanas dormidas.
Son
demasiados años los que aguardan,
los
que sueñan en tu respiración.
El
vuelo de los mirlos dejó huella
en
la almohada blanca de un febrero
que
sostiene el oxígeno del aire.
El
viejo mundo aún está despierto
para
vivir la luna entre los pliegues
que
forjaron los ciclos de la noche.
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