Ayer,
mi yo
—esto que soy—
por
mares sin un rótulo
y
planetas sin luz,
sobre
balsas añosas,
vacías
y sin rumbo,
disperso
iba
perdido.
Hoy
mora
lejos,
allá
en
la isla sin recodos
de
un nombre.
En
la inquietud
de
su conjuro.
La
liturgia de abril
deshizo
mi país
del
otro lado de la puerta.
¿Tu
nombre?
Enigma
de azahar y de hojas secas,
coquetear de sílabas,
sobre
mi carne muda.
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