Debería
escribir canciones a la vida,
tal
es mi capital.
La
salud y el amor llenaron mi pasado.
La
música de ayer resuena en mis oídos
y es
bella partitura.
No
me asiste la angustia del hombre envejecido.
Tampoco
soy aquél que el ascensor refleja
en
su espejo alargado.
Sin
embargo la nada reclama su tributo.
Y la
sangre en su análisis me revela que llega
ya
la hora de un pacto
con
el tiempo que sigue su lineal camino.
Mi
carne ha de aprender: “su ser para la muerte”,
vivir
para la nada
que
fuimos y seremos, sin rencor ni tristeza.
No
proclamo un discurso apagado y sombrío.
Hubiera
yo firmado
vivir
sólo un instante, sentir la mar ligera.
Peregrinos
del ser vamos siendo y des-siendo.
Entiendo
que mi historia
sin
que le ponga límites se acerca ya a su fin.
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