Donde la
mujer es dueña de su destino,
en ese mismo
movimiento,
hay una
promesa de poesía futura.
Ángel
Ganivet
Cada mañana olvida
sus heridas.
Una hora
aturdida
me esperaba
en tu agenda
con su
enorme chistera
acechando
rincones: mis vacíos.
Velaste tu
pasión detrás de versos.
Galopabas
desnuda por la luna
y soñaba tu
cuerpo
caballos
ciegos, puertas de cristal
hacia mares sin
fondo.
Mi pena te servía
de pretexto
para agitar
el polvo
del pequeño desván.
Tú me
dejaste entrar donde en acto social
tus
fantasmas antaño conversaron.
Sin nada más
que sola la palabra
atracaron
mis ojos en aquel viejo puerto
y, luego, te
marchaste
—tiene alma
de mujer la poesía—
despacio y hacia
dentro.
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