Hace
años dejé de computar el tiempo.
Sin
él no me concibo
pero
no me obsesiona.
Me
abandonará pronto en su cuneta
como
a un juguete
que
ya hizo su avío
sin
que lloren las horas
ni
el antes ni el después,
los
números que miden
el
movimiento
que
registra el reloj.
Prefiero
obsesionarme
contigo
y el frescor de la mañana
de
este enero que pisa las aceras
hermanado
con risas de los niños
y
ladridos de Nuba.
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