Alguna
vez los días
no llaman
a la puerta.
Simplemente
nos llegan
empujan
y penetran.
Devoran
la resaca
del
cuerpo ya gastado.
Sacuden
los adentros
de
la piel y la carne
respira
desengaño.
Quédate
el vivir. Besa
la
luz, besan las huellas
de
amor desvencijado.
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