8 de noviembre de 2016

DOCE ROSAS

Pasaste junto a mí
tendida
ajena, impersonal, sumida en sueño
artificial
descargando temores acopiados
en los silos del tiempo.

Tú no me viste,
encendida tu frente por un lienzo
de amapolas. En ellas yo injerté
entre paredes,
humedecidas sombras,
mis labios mudos.

Estamos juntos —dije—.
Te esperaban mis ojos
del otro lado
y una voz de mujer
allegaba inquietudes
con trémula apariencia de esperanza.

Las doce y el reloj
te transportó hasta mí
con cara de domingo,
de recién empezada fiesta mientras
recobraban su pulso

y risa los instantes.

No sé a dónde llevaba
el viento tus latidos
ni qué conciencia
cruzaba los pasillos persiguiendo
el cansado y herido,
retorno de tu cuerpo.

Yo por si acaso, triste,
salí a por doce rosas
rojas como mi sangre
y las dejé temblando a tu lado
representando amarras
que atracaran mi barco

en la seguridad de tu combate,
tal vez de mi cansancio.

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