Por
ocres calendarios de cartón
se deslizan las hojas de los árboles
heridos en las calles.
Sus sombras se retiran
por negros sumideros
con
el aliento seco y la savia robada.
Prósperas pero ciegas
las avenidas
registran la nostalgia de los tilos
que miran con sus ojos
moribundos el triste devenir
de su lamento. Sola, la oquedad
se aprieta en el asfalto rechazando la
lluvia.
La soledad desnuda
la noche y el vacío, es lisa piel
sin fechas, sin salidas de sol y sin ocasos.
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