La
mirada es un atlas
que
la caverna encierra.
Se
bajaron los párpados para sembrar recuerdos
y
labraron amargas
las
agónicas tierras del olvido.
La
sordera incesante de las manos
como
aljibes sin agua,
la
sed de los retratos evocando la nada,
la
quemazón del tiempo reteniendo
el
paisaje, el aroma sumergido
bajo
la mar inmóvil de la lengua.
Se
evaden ya los pies de los taludes
añorando
la sed de las encinas,
mientras
corren hormigas por el vientre
y
llevan en sus bocas
el
frío que mantiene los inviernos.
La
cueva se cubrió de cicatrices,
el
azogue perdieron sus ventanas.
La
mirada es un atlas.
Publica
crucigramas y el obstruido azar
de
un cuento que se antoja inaccesible.
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