Nada
viene en la luz que no me asombre.
En
la luz llegan
los
rostros y sus nombres,
los
ecos del olvido y la presencia.
En
la luz duermen todas mis herencias
que
alientan lejanías y color
de
atardecer de olivos en la sierra.
También
el mar se duerme
misteriosamente
feliz
bajo la turbia voz del viento.
Calma
su hambre la luz con tantas cosas
que,
pensativa y quieta,
no
puede resignarse a la tristeza.
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