A
los pies de la yuca
una
larga serpiente de madera
que
el tronco bien podado
ni
siquiera conoce.
Ella
sueña la playa
a
donde fue arrojada por el mar
después
de un largo viaje.
Tiempo
y espacio del que no se acuerda.
Lleva
un pez en la boca.
No
comprende el lenguaje de los mirlos,
pero
si lleva inscrito por la piel
el
rumor de las olas.
La
yuca habla del viento,
de
la última tormenta que un brazo le arrancó
mientras
deja caer
unas
gotas de savia.
Unas
hebras de leche
que
invitan a seguir, cada cual con su vida.
Las
arañas y hormigas ofuscadas y erráticas
recomponen
el cuadro.
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