No descansa
el otoño en las aceras
aunque mande
sus hojas como nubes
de ceniza.
Un niño las recoge
para llevar
el tiempo en su mochila.
Las hojas
nunca son pájaros muertos.
El antes y
el después marca las horas,
las ubres de
un vivir que va quedando
más allá de
la lluvia, de los árboles
y el vacío
en las ramas de la carne.
Con hojas de
hoy relleno mi mochila.
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