Con
gran asiduidad
la
inquietud atenaza el corazón.
No
se sabe por qué,
pero
lo gris nos hiere
con
su boca de barro.
Como
noches anónimas
que
llegan del pasado
librando
sus murciélagos
nos
deja su mordisco en la mirada.
Te
cercan unas ruinas
que
habías postergado
y
anhelas las palabras
que
ordenen los escombros.
Yo
me dejo arrastrar
en
ese instante
por
la voz de la brisa,
roja
voz de la brisa en las granadas.
Nada
es seguro
en
la hendidura gris.
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