18 de enero de 2015

TIEMPO DE CAFÉ

El ciego marca el día en las esquinas
solfeando aquel número
que ha de tocar el viernes colindante.
Si yo fuera agraciado por la suerte,
seguiría midiendo con cafés
el tiempo que me resta, como contamos grietas
que guardan toda sombra del pasado.

Café, descafeinado y zumo de naranja
asumieron los años, su compás,
se cargaron de arrugas, igual que se cargaban
de oro los barcos.
Todos los martes,
quizás fueran los miércoles,
la mesa de aquel bar ponía en nuestras vidas
algo más que el azúcar, sacarina y palabras.

Seguía cada cual, luego, su ritmo,
sintaxis con reloj de sus pisadas,
sembrando los minutos de realidad y sueños.

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