He pasado los años contando las ideas,
persiguiendo
sin tregua igual que un búho
sus
pasos por los libros y desvanes,
paseé
por el ágora como un peripatético,
visité
bibliotecas, el tiempo de los monjes
y
hermosas catedrales,
acudí
a ciertos foros, las universidades,
indagué
el devenir de la palabra
en
la otra mirada.
En
congresos y círculos cerrados
soñé
con el milagro
de
un pensamiento claro,
me senté
a rumiar el peso de los signos
con
la luz de los cuentos, los ojos de mis hijos
y un
libro de poemas fundido en amarillo.
Una
vez que aprendí
que
el amor y la luz de desigual manera
viajan
siempre en el tiempo gris del agua,
resido
en la penumbra
sobre
la luna pálida de mis incertidumbres
y
puras soledades.
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