Los
ojos siempre fueron un refugio,
como un aparcamiento
de tristes desencantos.
Envidian el
asfalto que soporta
la ingratitud del tráfico
sin asumir sus dudas.
Los despojos
se esconden bajo cejas
que guardan las facturas
en los ojos cansados.
Porque inhóspitas calles sin idioma
enturbian la pupila
llenándola de herrumbre,
testigos son los ojos, como sótanos
del desgaste, del paso
vencido de las horas.
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