Los hombres perecen,
porque son incapaces de unir
el principio y el fin.
Alcmeón
Presiento, madre,
que se acerca tu
fin,
un cante de
frontera por desiertos
de agujas.
Tú vives más allá
de tu cuerpo ajado
y dolorido.
Sinfonía formal de
tres corales
primigenias: la
luz,
el agua y la
palabra, eres aliento
que se oculta
detrás de oscuras cifras.
Créeme que he hecho
lo imposible
para reunir tu fin
con mi principio,
pero soy incapaz
—perdóname―
de renovar tu
vientre.
Restablezco contigo
lo vivido,
trigales de mi
infancia encendidos de auroras,
de sierra y jara,
de roces de ramas
de olivo.
Solamente me queda
desear
que encuentres a
quien buscas,
que me esperes con
él
sumergida en el
Gran Silencio.
Aquel Mar hondo,
hondo
donde se diluyen
los números
y se acumulan sombras.
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