No sé cómo
llegué
a aparcar en
este viejo mundo,
viejo, muy
viejo mundo,
si fue el
destino o cualquier otra cosa.
Lo cierto es
que aquí estoy ahora,
llueve y la
humedad cala hasta mis huesos.
Se doblegan
las copas de los álamos
bajo la
nueva danza de los faros
que dan luz
al instante.
Amaré los
silencios de la luz
y los
escalofríos de cada primavera.
Es todo lo
que tengo.
Melancolía
de este viejo mundo
que ha
perdido hace tiempo su lugar de trabajo.
La lluvia a
veces viste de amarillo.
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