Contigo
he paseado
sin
rumbo
por
la calle empedrada de tus versos.
Por
una soledad
hecha
de atardeceres, de parejas
que
se abrazan, de olas
que
acarician, de torsos
desnudos,
de arena
cálida.
Amanecí
contigo
y
descubrí las brasas del silencio,
tu
aliento jadeante,
la
angustia, la tristeza
y el
dolor de una hembra.
Me
has conducido
contra
viento y marea a tu danza de fuego.
Has
abierto ante mí los pliegues de tus lunas
llenas
de desengaños y rencores,
búhos,
cuervos y sombras.
Me
has llevado entre roca
y
acantilado,
luna,
ternura y lágrimas
a tu
mundo de amor,
tu
baño de azahar y de rocío.
Y he
recogido
en
grito de esperanza
tu
viejo juramento de jugar con el viento,
despertar
a la vida
y
regalar a un príncipe.
Porque
no nos deshacen las libélulas,
porque
el más allá de las tumbas
nunca
puede medir los sueños de los vivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario