Hay gentes que... no se tocan
ni se sienten a sí mismos,
ni sienten el toque íntimo
de su sustancia
con las sustancia de las cosas.
Miguel de Unamuno
Parecían pequeñas,
grises cosas.
Me tocaban ligeras,
a media luz.
Del mismo modo
aparcan las retinas
de los enamorados
en los
tradicionales asientos del deseo.
Nos congregó el
azar.
Llegaste imaginando
otro mundo
con las fuerzas precisas
para sentir la cara
de la luna
en mi ventana
abierta
al compás de los
días desiguales.
Las ramas de la
vieja verde acacia,
los pájaros azules
decían, entre
tanto, sus poemas.
Vagabas por mi piel
igual que se
derraman
por los versos los ritmos,
los acentos.
El azar te buscó y románticas
flores
llenaron nuestras
copas de vino y de sonrisas.
Me limité a ser el
cuentacuentos,
que, andando quedamente
por las dulces laderas
de tu cuerpo,
dio nombre a los
espacios
y recogió en íntimo
contacto
cuanto a su
alrededor en susurros crecía
para hallarse a sí
mismo.
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