Buscamos
sin cesar un punto de partida.
Probablemente
sea como una investidura
para
empezar un ciclo
con
los ojos manchados de fantasmas
hurgándote
en la nuca.
Hay lunas en nocturnos incurables,
un
oleaje
del
paladar rojizo de la sangre.
Yo
no quiero otro cuerpo,
pero
sí pido el ciclo de los árboles.
Deseo
la desnudez del apagado,
que
reabre el espacio para nuevas tareas,
la
fiebre que recicla el último vestigio.
No
quiero desatar los nudos mal trabados,
hay
demasiada cal al paso de las nubes.
Cuando
todos retoman la piel de los caminos
yo
no quiero perder
las
llaves del crepúsculo.
Son
las llaves del tiempo
que se
abren en enero
cuando
muere diciembre.
Un
punto de partida
como
vieja promesa de nuevas cicatrices y paisajes.
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