Sigue
siendo la luz una utopía,
horizonte
de anhelos y de mitos,
paradigma
de un tiempo sin problemas.
Solamente
si el tiempo desemboca
más
allá de sí mismo y se suicida
llega
la eternidad y se hace luz.
Pero
la eternidad es una cueva
oscura
que las sombras torrenciales
debaten
mientras lucen las libélulas.
Simplemente nos queda aquel instante
que arrastra hacia tu cueva un relámpago
fugaz lleno de nieblas y temores.
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