Para Thomas y Ernesto
in memoriam
Llegaron
las libélulas
pequeñas,
rojas.
No
quisieron mujer.
Vinieron
a buscaros
para
inundar los sueños
de
bosque.
Llamaron
a la puerta con un rápido
revoloteo
de alas quebradizas
bajo
la luna incierta,
la
luna de un noviembre quemado por la luz.
Os recogió en su seno la mar honda,
la
casa que no existe
donde
juegan libélulas en aguas transparentes
de
sueños luminosos y profundos.
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