Me voy doliendo poco a poco.
Ya no siente mi carne
que huele sobre el hueco
que cavan las piquetas de los días.
Miro la geometría de las casas
en la piedra acostadas.
Escuchan el rumor y el griterío
de todo lo que marcha hacia la nada.
Me sumerjo en las voces de la luz.
Me acoge el verde valle y la tristeza
protectora en sus frágiles riberas.
Se tiñe el mar de azul impenetrable.
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