Siembra el peñón
radiante de amarillos y violetas
el aire de la noche.
Entre las sombras,
esta terraza llena de orgasmos
del sol,
de susurros del mar y de la
piedra.
Yo, entre tantos rincones del
camino
habito en éste,
donde viven los ritmos del
planeta,
que fragua un universo sosegado
con lo que no soy yo,
con lo que no eres tú,
que devora mi carne abandonada
y tu cuerpo de abril, de rosa y
azafrán,
como una sinfonía envuelta en
llamas.
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