21 de enero de 2013

EL SUEÑO DE TERNURA QUE SUEÑA LA MAÑANA


Hoy me has enseñado algo nuevo, Amor.
Te pregunté ansioso por el Tiempo.
Me escribiste: no pasa el Tiempo,
no pasamos nosotros ni las cosas.
En ciclo eterno, siempre igual
y siempre renovado, vamos siendo.
Perdemos nuestra propia dimensión
en vientos de metal
y nos medimos en la nada,
llevados por el eco
de ajenos ruidos
e intrusos pensamientos.

Me afirmaste: no pasa el Tiempo. Yo soy
Tiempo. Mi piel desnudo en el otoño,
y maduro el membrillo y la castaña,
la uva...; y siembro,
porque la tierra aguarda.
Yo me visto de blanco en el invierno
y paso frío,
enciendo el fuego del hogar
y atesoro la vida oculta en la semilla.
Yo soy la virgen
transparencia: la gota de rocío que alumbra
primavera, blancura en el almendro.
Yo soy agua que corre,
Veleta y Mar.
La llamada del sol al brote de la vida en cada acacia.
Yo soy Estío. Luz que delinea
en los cuerpos las sombras y el ciprés
dora. Soy buganvilla, nube blanca,
y la amapola. Luego, seré rosas
de China, seré lluvia, jadeo,
y escarcha...

No pasa el Tiempo, me dijiste.
Conmigo tú serás, siempre serás
alborada, crepúsculo y el sueño
de ternura que sueña la mañana.

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