Mi
tiempo fue pasando
sin
que el reloj pudiera sortear
el
temblor de su aguja,
así
como los polvos que en mi carne
niñez
y juventud abandonaron:
la
herencia del olivo y de la encina.
No
hay conversación.
Vacía
mi despensa,
me
pides abundancia.
No
llevo madrugada en mis zapatos.
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