La tarde ha sido fría y rosa.
Había luz,
una luz temblorosa, anhelo de septiembre.
Mi vida es un campo
de olivos andaluces,
un latido de insectos y silencios.
Todo va y viene.
Sombras de pájaros,
cantos de codornices recorren nuestra piel
herida de caricias,
surcada por las rejas
incansables del tiempo.
Nuestros ojos recogen temerosos
los rostros que desnudan las acacias
y la azada que cava en la colina
donde siembra el recuerdo
reparte sin cesar
las aguas musicales del olvido.
Pero también es vida
los roces mudos
que habita la ternura
y encontrarte callada y pensativa
al otro lado del semáforo
dispuesta a hacer el cruce cuando llegue el momento.
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