Siempre desconcertado
no tiene esta mañana de sol en su cristal.
Reposa en el bolsillo. Doce números
como islas asediadas por agujas.
Hay color en mi esfera, mucho acero
y un caballo escondido bajo cuerda.
No alcanzo a comprender
la idea de sus ritmos.
Sus latidos no nacen de la sangre.
De un vientre de metal toma su impulso
para medir mis horas
asomado a mi piel como un espantapájaros.
Reconozco mi historia en su mirada.
Si se adelanta algo o se retrasa,
no por eso vivir sin precisión
deja de ser tranquilo desvivir.
Conoce mis desnudos
y mi respiración entrecortada.
Mi reloj, como tú,
recoge pulsaciones de la noche,
minutos de materia inoxidable
con segundos tocados de vacíos
y mar en los costados
azules del verano.
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