No
acabo de entenderte.
Tampoco
tú me entiendes.
Dos
parajes de voces
que
habitan diferentes universos.
Se
suceden las frases
como
ecos oídos de antemano
o
facturas que van de uno a otro lado
sin
resolver las deudas.
Una
conversación la forman las palabras
que
cruzan como naves
las
islas asediadas por los fríos,
los
toros del invierno,
y
predicen los encuentros en el mar
de
los bosques quemados.
En
la conversación que lleva hasta tu casa,
la casa
de los párpados sin sábanas,
apareció
tu rostro sembrado de señales.
Me
faltó inteligencia
para
sintonizarte,
para
sintonizarme.
Lo
mejor de la vida se nos va en un momento,
en
el ir y venir de dos malentendidos.
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