Después de
una palabra
enviada a tu
silencio
aguardando
se queda mi universo,
suspendido
del eco
de un
vientre de anaconda.
Las horas
han cruzado
el puente de
aguacates
donde la
tarde duerme voceando
tu nombre
por el cauce
que río
abajo arrastra zarzamoras.
Mi vida se
dejó
su pulso en
el teléfono,
ambiciona
las sombras que se apartan
para dejar
entrar
los hilos de
la luz.
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