13 de mayo de 2012

CAMPOS LABRADOS


Me entusiasman los campos bien labrados. No sé decir por qué, pero tras ellos
 los ojos se me van
 como buscando un cuerpo de muchacha.
Los labios de la tierra no conocen la tiniebla, vigilan sólo el ritmo mañana, tarde y noche:
 la melodía del agua,
la contracción del sol, 
la cicatriz del frío.
 Y la luna amarilla canta el brote
 que nace como un eco,
 balbuceo de un cuerpo, puerta de madrugada de la fecunda madre soledad.
Me agotaré en la orilla que mi turno consume, me acostaré en la tierra con los ritmos cumplidos.

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