21 de abril de 2012

EN EL CANTO DE UN LIBRO


El polvo va cayendo sobre mis manuscritos
que llenan el estante con variedad de títulos.

Son bosques de palabras que se enredan
entre sí, habitados
por los mitos antiguos.
Yo los tomo en mis manos satisfecho.

Sentado en el sillón
hay un hombre indefenso: mira sus manuscritos
y siente que la idea no aprovecha
para cambiar errores del ayer,
el inquieto temblor de los amaneceres
o el próximo diagnóstico del médico.
De cualquier modo, goza. Reconoce
lo bello del instante.

Es una mota más de fino polvo
que la luz deposita en el canto de un libro.

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