Conmigo dentro,
todavía en la piel como
una quemadura
tu vida pasa.
La mía como hiedra
lentamente,
tenaz fue avanzando
por los cimientos
y vigas interiores de
tu casa.
Observo el
calendario
y aquel viejo
retrato amarillento
que lo inició todo.
Las dos juntas progresan
por las maderas
del viejo corredor
y del tejado
que levantamos ambos.
Sólo te pido
que no me cambies,
que sigas declinando
nuestros nombres,
aunque el paisaje
te parezca invariable,
te cerquen la torpeza
y el silencio
y el tiempo alguna
vez se asemeje a un vacío.
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