Me respiran las cosas y yo a ellas.
Me envuelven en su roce continuo, íntimamente,
y me conocen.
Me saben y me nombran. Me penetran
y me hacen suyo.
Yo paso distraída mi mano por su ser
menudo, como alfombra de silencios.
Me convierten en cuerpo donde viven,
se alumbran con la luz de mis retinas,
y se manchan con polvo consciente de mis dedos.
Las miro sin quejarse,
se consumen dejándose la piel
en mis torpezas
y en pasadas historias que son alma.
Yo les dije sois,
y en casa se quedaron para vivir conmigo.
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